domingo, 17 de marzo de 2013

El papel de las madres en la lucha contra enfermedades De Los Niños

La provincia especial de la madre es la prevención de la enfermedad, no la cura. Cuando la enfermedad ataca al niño, la madre tiene entonces un papel que desempeñar, lo que es especialmente importante durante las épocas de la infancia y la niñez se debe hacer bien. Me refiero a aquellas funciones que constituyen la parte materna de la gestión de la enfermedad.

El tratamiento médico para su problema con éxito, depende en gran medida de una cuidadosa, dolores de toma y supervisión maternal juiciosa. No hay un tratamiento médico puede hacer uso en cualquier momento, si las direcciones se realice parcialmente, o ser atendido negligentemente, y con toda seguridad no del todo, si contrarrestado por los prejuicios erróneos de los asistentes ignorantes. Sin embargo, para las afecciones de la infancia y la niñez, esta observación se aplica con mucha fuerza, ya que, en este período, la enfermedad es generalmente tan repentino en sus ataques, y rápido en su progreso, a menos que las medidas previstas son rígidamente administrado y con prontitud, su exposición pronto se hizo del todo infructuoso.

La cantidad de sufrimiento, también, puede ser disminuido en gran medida por las atenciones reflexivos y perspicaces de la madre. Los deseos y necesidades de los niños pequeños deben preverse, la irritabilidad producida por la enfermedad, calmada por la clase y la persuasión cariñosa, y la posibilidad de que el niño enfermo y sensibles expuestos a la conducta dura y ungentle, con cuidado siempre en contra.

Una vez más, no sólo es una firma y el cumplimiento estricto con las indicaciones médicas en la administración de los recursos, de régimen y las medidas generales necesarias, pero un informe imparcial, fiel y completa de los síntomas al médico, cuando visita a su pequeño paciente, es de la mayor importancia. Un sirviente ignorante o enfermera, a menos que mucha cautela será ejercida por el asistente médico, puede, por un informe de no intencionada pero errónea de los síntomas, producen una impresión muy mal en su mente, en cuanto a la situación real de la enfermedad. Su juicio puede, en consecuencia, ser empujado en una dirección equivocada, y el resultado resultar gravemente perjudicial para el haciendo el bien del paciente. El hombre médico no puede sentarse horas y horas observando los síntomas, de ahí la gran importancia de que sean fielmente informado. Esto solo se puede hacer por la madre, o alguna persona igualmente competentes.

Hay otras consideraciones de peso que podrían aducirse aquí, lo que demuestra cuánto depende de la gestión eficiente de la madre en el momento de la enfermedad, pero serán solidariamente habitó sobre, cuando las enfermedades a las que están conectados más concretamente se habla.